viernes, 19 de abril de 2013

Cuerpo tomado


Ayer leí la mejor descripción de la semana 37 de embarazo: Casa de Tomada de Julio Cortázar. Esas habitaciones eran de algún modo mi cuerpo. El altillo paradógicamente eran mis tobillos y pies. Hinchados, enormes, escapando casi de cualquier calzado. Del mismo modo las piernas eran las habitaciones contiguas que a través de micro arañitas azules llevan y traen cansancio hacia ambos extremos. Llegando a lo que solía ser la cadera, encontramos lo que quedó de la pelvis. Como ya es imposible verla, depilarse se vuelve un acto de fe, ya sea casero o en cualquier salón de belleza. A partir de ahí todo está “okupado” por este nuevo ser, que desde allí maneja cual titiritero el escaso equilibrio que le queda a la cadera y se transmite a las rodillas. La famosa panza que ya pide permiso por si sola en cualquier medio de transporte, la imagino como el salón de los pasos perdidos de la Rosada. Imposible calcular sus dimensiones. Este es el centro de operaciones del Okupa que se se ha tomado el trabajo de correr mis órganos como muebles, vaya uno a saber a dónde. Y tal como hacen los peces, a medida que fue creciendo, fue acaparando más recovecos y metros cuadrados llegando a tomar todo el torso y hasta los pechos. De hecho su poderosa influencia ha hecho que luzcan caídos, casi como vigilándolo para no perder más espacio.

En esta guerra perdida que se asemeja a la caída del imperio romano, la conquista continúa en lo que serían las alas este y oeste (mis brazos) que lo escoltan dando envión a las pocas caminatas que le permite a mi (su) cuerpo convertido en caballo de Troya. El último bastión que le resta gobernar es la cabeza. Gracias a lo cual todavía puedo escribir estas palabras. Pero la batalla final está muy cerca. Y si mi humilde experiencia no me falla. Creo que su victoria está asegurada. Por más que dentro de unos días esté fuera de mi cuerpo, luego de tenerlo en mis brazos y reconocernos, todo mi cuerpo y vida le pertenecerán por completo.

sábado, 6 de abril de 2013

Dando lástima



Hace más o menos una semana que mientras camino siento que la gente mira mi situación más que embarazosa (35 semanas, 8 meses para los que no les gusta sacar cuentas) y me arrojan metafóricas monedas de lástima a través de sus ojos y/o comentarios.

Una de las más terribles fue a la salida del jardín de Joaco. Para los que no saben les cuento que nosotros este año además de tener un 2do hijo en breve nos seguimos complicando la vida mandando al retoño de 2 añitos por la mañana al maternal y por la tarde al jardín donde esperamos haga primaria y secundaria. Suena a que super planificamos su vida. Pero la verdad es que es un chino por donde lo mires. Estamos los 3 extenuados. Y recién es ABRIL!! En fin, la cuestión es que desde que tengo panza Joaco no quiere caminar. Quiere siempre UPA. No pronunciaba esa palabra hasta mi embarazo. Y ahora no hay manera de que se mueva por sus propios medios. Entonces, mamá, que ya lleva entre 10 y 12 kilitos del hermanito en la panza, debe alzar otros 15. Aguantás una cuadra y le exigis/suplicás que camine aunque sea media cuadrita hasta la estación de subte, Se niega rotundamente tirándose al piso y revolcándose de un lado al otro. Una, con el exagerado embarazo que ya se molestan entre panza y piernas, le tira de la mano para que se levante, obviamente sin respuesta. Ahí pasa la primera señora diciendo “Que lindo nene” (A lo que respondo para dejarlo en casa o sacarlo en carrito porque no camina). La señora me mira con desdén y se va. A los 20 metros aparece otra que lo increpa directo “Ayudala a la mamá. No ves que tiene a tu hermanito” Y me dice, con esa mirada de “Acá te tiro la posta”: “Esos son celos” Yo me río por no llorar mientras pienso “Descubrió la pólvora” y sigo caminando convencida que después de esa frase la señora no me va a ayudar de ninguna manera. Pero esta no es tan rápida como la primera y sigue tirando frases innovadoras cuando al pasar otro viejo le dice en tono de broma al nene “¿Y si la cargás vos a mamá? Sí, igual de idiota que el resto, pero más simpático. Síntesis que no se cómo llegamos a la esquina de casa. Previo paso por el subte donde una panza que despierta el interés del 80% de la población que me cruzo a diario más un nene de casi 1 metro vestido de pintor no logran “pedir” el asiento por la sola y amplia presencia. Caminado los últimos 80 metros (parecen las carreras de Palermo “Y cruzaron el disco”) me detiene la vendedora de una boutique a la voz de: “Disculpame. Pero no podés seguir así. Ese nene está grande tiene que caminar porque vos vas a parir acá. Esperá que le traigo caramelos.” Ja! Con el “premio” en mano mi hijo se bajó a negociar. La piba super piola le dice: Si te doy caramelos caminás? Y el muy lerdo le arremetió los caramelos, me dio uno para que le abra y se fue caminando hasta casa.

Ahora el broche de oro en decadencia fue el viernes cuando un amable señor de seguridad me ofrece pasar por la puerta en vez de los molinetes del edificio. Y una vez dentro otro policía ya me ofrece salir por el patio (portón doble hoja tipo estacionamiento) para que no de toda la vuelta hasta los molinetes. A esa altura ya sin mochilas ni hijo de 3 años encima una se siente una verdadera carpa de circo.