viernes, 26 de octubre de 2012

Es de plástico, hágala de goma.


Esta famosa frase que cerraba un aviso de Angelo Paolo (delata mi edad!), escrita por Ernesto Savaglio (uno de los más grandes creativos argentinos, multipremiado mundialmente) volvió hoy a mi mente, cuando al navegar la web Dscuento Argentina y le quería comprar todo a Joaco. Lo más curioso es eso. Por un instante caí en la cuenta de que esa felicidad indescriptible una antes de ser madre sentía a comprarse ese vestidito que te llamaba de la vidriera y te decía “te debo quedar pintado” hoy lo sentís cuando le compras ropa, juguetes o cualquier cosa a tu hijo.

Quedaron muy atrás esos viernes y sábados de soltera en los que te caminabas todo el centro buscando el pantalón que mejor te quedara para salir a bailar. Hoy, quien maneja nuestra vida es el reloj. Si sos prolija tu agenda. Y si sos techi, tu smartphone. Tenés 30 minutos para almorzar, 20 para depilarte, 15 para maquillarte en el subte y festejás cuando los shoppings abren 24 para las fiestas, porque podés salir de compras tipo 23:00, después que el nene se durmió bah.

La cuestión es que entré en Dscuento.com (el sitio que reúne todos los cupones y ofertas del resto de los portales y tiendas online de compra) porque lamentablemente no tenemos un octavo día en la semana como proponía cerveza Quilmes con el día Osvaldo (otra publicidad) y es como recorrer un shopping de descuentos online, sin moverme de donde esté. O sea. A ver si me explico. Vos podés estar esperando el turno del dentista y comprate un vestido de Las Oreiro. Podés estar trabajando a su vez, comprándole esa camisita de Cheeky que le debe quedar divina. Y lo mejor: con importantes descuentos, sin traspirar dentro de los probadores ni escuchar llantos interminables de tu hijo -que no le gusta salir de compras-.

Por eso madre amiga, ganale al tiempo. Agarrá tu tarjeta y sentí esa satisfacción adolescente comparndote todo. Total... es de plástico pero la podés hacer de goma. 

viernes, 5 de octubre de 2012

Me hacés bien


A principios de agosto se cumplieron 9 años de la partida de alguien muy importante para mi: mi abuela. Y aunque el tiempo ayuda a aceptar lo inevitable, se la sigue extrañando mucho. y lo comparto acá porque creo que desde que nació Joaco la tengo o la siento más presente que nunca. Tal vez porque ella llegó a ser una especie única -hoy en extinción- de madre-niñera-abuela cumpliendo los tres roles a la perfección.

Más de una vez cuando Joaco me saca con sus caprichos me pregunto y de algún modo le pregunto ¿Cómo hacía Doña Paula para lidiar con tres bestias como nosotros? Y no solo no huir detrás del primer vendedor ambulante que tocaba timbre en casa, sino además volver cada mañana con una sonrisa e incansable vocación, a cuidarnos y a su manera criarnos.

¿Habrán sido sus 10 hermanos menores los que la dotaron de su inagotable paciencia? Lo dudo. Por algo ella solo tuvo dos hijos. Pero lo siempre me llamó poderosamente la atención era su paz interior y su forma no violenta de dar a conocer sus deseos. Tanto, que bien podría haber sido hija de Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta. Por la fuerza de sus convicciones, su perseverancia y tranquilidad para llevar a cabo las empresas más imposibles: acompañar a su marido en la tienda, ayudar a la comunidad de un pueblo chico y hasta vender todo para seguir los destinos de sus hijos.

¡Cómo me hubiera gustado que Joaco la conozca! Que ella fuera una imagen vívida para él, más que todas las hisotrias que le cuento. Recuerdo frases y gestos maravillosos como “Vos no sos malenseñado sino malaprendido” (impecable claridad de concepto para quien apenas completó 2do grado). O sus suaves caricias en la cabeza que aún hoy transmiten su serenidad. Hace poquito viendo una de sus últimas fotos, vino a mi mente una de las últimas charlas coherentes que tuvimos -cada tanto su mente la llevaba de viaje a otros años y mejores recuerdos de su pueblo-. Era una tarde en su casa, cargaba una manta de hilo que yo adoraba. Me la entregó en brazos y me dijo “Llevatela, te la regalo” (a veces creo que suponiendo lo que iba a pasar). Sorprendida la miré sin contestar y ella agregó: “Me hacés bien.”